Nos hemos preguntado alguna vez, ¿cuánto cuestan los informes?, ¿cuánto tiempo consumen?, ¿para qué sirven?, ¿cuánto estrés causan?, ¿cuán oportunos son?, ¿sirven para tomar decisiones? o ¿simplemente se hacen porque siempre se han hecho?.
He oído una y otra vez que lo que no se mide no se administra haciendo que los informes sean profusos en números, datos, gráficos, infogramas, matrices y todo tipo de presentaciones gráficas que en muchos casos confunden en lugar de simplificar lo informado.
Todo dato proviene de hechos pasados, de experiencias acaecídas. Aún los sistemas en tiempo real representan un retraso o delay. Los datos no necesariamente son representaciones objetivas de los hechos, siempre tienen errores de precisión y de interpretación. Los datos provenientes de los sistemas cerrados son muy exactos y no son interpretados, representan hechos objetivos, ejemplo de ellos pueden ser: el peso, la estatura, el edad, y algunas mediciones relacionadas con la salud, son algunos de ellos. Pero cuando estamos en presencia de datos cualitativos aparecen grados de imprecisión que se muestran al tratar de ser medidos porque están sujetos a la interpretación humana y clasificación o codificación, ejemplo de ellos son estado de salud, grado de felicidad, amor, satisfacción, compromiso, lealtad, calidad de trabajo, de los productos o servicios, satisfacción de los clientes, y muchos otros más. Todos ellos datos muy imprecisos y con sesgos propios de la interpretación humana.
Los fenómenos cualitativos por lo normal son traducidos a variables cuantitativas mediante su codificación lo cual permite de forma artificial poderlos tratar cuantitativamente y obtener de ellos relaciones porcentuales, promedios, modas, recorridos, varianzas, desviaciones estándar, y todo tipo de medidas de variabilidad. Así las cosas se crean indicadores cuantitativos que los gerentes usan para la toma decisiones.
El mundo de hoy está inundado de datos, ejemplo de ello es el BIGDATA, o la INTELIGENCIA ARTIFICIAL, que de inteligencia no tienen nada, pero de artificial todo. Estas tecnologías nos han hecho creer que entre más datos mejor informados estamos. Más ruido cuyo crecimiento no es lineal, sino exponencial. De allí que normalmente se dice que vivimos en un mundo cargado de medios de «comunicación» pero cada día menos comunicado.
El éxito en las decisiones no depende tanto de los datos, ni de su tratamiento racional de éstos, que podría ser realizado robots programados para el efecto, sino de la capacidad inteligente de las personas para entender la realidad al margen de los datos. Pareciera una contradicción, pero la comprensión humana rebasa con creces los números, que en el mejor de los casos son simples referencias, por cierto no muy buenas y certeras, que se relacionan con el conocimiento, la inteligencia, los intereses, los sueños y deseos de quién toma decisiones, haciendo de esta experiencia un acto sublime del ser humano. La toma de decisiones no es consecuencia de seguir siempre el mismo sendero, no hay dos decisiones que sigan el mismo camino aunque aparenten ser similares, ya que el tomador de las decisiones nunca es el mismo, aunque sea la misma persona, y el entorno tampoco.
Los datos cuantitativos carecen de vida y de emociones, son objetivos e independientes del medio, siempre reflejan los mismos aspectos la misma realidad, se desarrollan en medios controlados y provienen de sistemas cerrados y por ende reflejan los mismos resultados, las decisiones a partir de ellos pueden estar programados y siempre resultan las mismas. No significa esto que estas decisiones resulten ser siempre exitosas y certeras. Si fuese así estarían en un mundo predecible y planificable en todas sus consecuencias.
Pero la realidad nos muestra que ese sueño, es solo eso un sueño. En un mundo cambiante aceleradamente, impredecible, los datos objetivos, cuantitativos, históricos, sirven de muy poco en la construcción de oportunidades de negocios, o como insumos para la innovación, la creatividad y la generación de nuevo conocimiento. Es por ello que que la enfermedad que sufren los jefes, que denomino «INFORMITIS» es tan peligrosa para realizarse con éxito en el mundo de hoy.
Los líderes están empapados de todo lo que está sucediendo en el lugar de los hechos porque son partícipes del trabajo, no necesitan ser informados, entienden de primera mano todo lo que está sucediendo, están capacitados para tomar decisiones en «caliente y en línea»en concordancia con el pensamiento colectivo su comunidad de trabajo. Esto distingue ser jefe de ser líder.
Manuel Enrique Rovira Ugalde